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Doris Van Stone se consideraba fea, no amada y sucia como resultado de la violación sexual en su niñez. Entonces le entregó su vida al Señor, y Él hizo de ella algo hermoso.

Sin tener a quién clamar es un relato de lucha y victoria. Con la misma ternura con que escribió Dorita, la niña a quien nadie amaba, la autora nos lleva más allá de las generalizaciones y estadísticas para trasmitir los trágicos suceso de su niñez. Ella sabe lo que es sentirse abandonada afectivamente y mancillada físicamente, y buscar con desesperación a alguien a quién clamar. También reconoce la bendición que recibió cuando tenía trece años, y un estudiante cristiano la visitó en el orfanato y le presentó a Dios, quien ama incluso a los que no tienen amor. Al haber sido abandonada por sus padres "como una perrita indeseable", y al haber sido violada sin misericordia en varios hogares adoptivos, Doris se aferró al amor incondicional de Dios que tantos dan por sentado.

Así como Dios le dio un tierno corazón para perdonar a sus violadores, también le proporcionó la fortaleza para revelar su pasado en este libro. Mediante la franqueza de la autora, se conoce el trauma de la violación y también se reconocen los pasos de la recuperación para los desafortunados que han sido afectados por esa dificil situación.